lunes, diciembre 01, 2003
^.^
Ais... no encuentro más historias mias, así que pondré hoy un poema d uno de mis escritores favoritos ^^
Contra el ardor de julio salva el soto dichas secretas.
Alas van, ondas fluyen, suenan hojas, brillan abejas.
Suman, junto al arroyo, sus delicias umbría y siesta.
De pronto surge, clara y sin origen, ninfa, sorpresa.
Su aparición ningún encanto rompe, todos se aumentan.
Susurran los augurios por el aire, mucho se espera.
¿No va un calor de julio en ese cuerpo, por esas venas?
¿No va por ese cauce, caudal frío, callada oferta?
Mensajes corren entre la piel que arde y agua que tienta.
La mano de la ninfa se las quita, da al césped seda.
Gran capilla de pájaros anuncia luz que se acerca:
velos que la velaban, leve túnica, y no la velan.
Nadie hay que mire, nadie; pero todo es reverencia.
Ondas ofician, aves, flores, cielo; mayor, la fiesta.
Pies que apenas se posan hasta el margen del agua que llevan
lo que el agua, en rebrillos cortejándole, tanto desea.
Doncellil desnudez, se para al borde, dudosa esbelta.
Nada le da al arroyo todavía, y ya se besan.
Cae en el pecho abierto del remanso, novia refleja.
La desposada es sólo si presagio, imagen trémula.
¡Qué sin ansia, sin peso, sin codicia. boda, sin pérdida!
La carne rosa en su reflejo al agua toda se entrega.
Y este trasunto leve de su cuerpo mucho revela.
¿No es la ninfa que nace, aquí en la onda, la verdadera?
¡Qué hermosa efigie es ella, sin su carne! ¡Es más que ella!
¿Por qué dar al arroyo un bulto, un cuerpo, y, así, sin romperla?
Ya ha entregado su imagen, lo más puro de su riqueza.
¡Qué no enturbie las nupcias sin pecado, eso que queda!
Entre sus más y entre sus menos, rígida, está suspensa.
¿Qué ninfa va a elegir, la de la orilla, o la otra, eterna?
Un celeste misterio cae, de pronto, y se la lleva
por designio de los dioses, en la nube, al cielo, entera.
Se la ve por las noches, dibujada virgen de estrellas
Comentarios-[ comentarios.]
Contra el ardor de julio salva el soto dichas secretas.
Alas van, ondas fluyen, suenan hojas, brillan abejas.
Suman, junto al arroyo, sus delicias umbría y siesta.
De pronto surge, clara y sin origen, ninfa, sorpresa.
Su aparición ningún encanto rompe, todos se aumentan.
Susurran los augurios por el aire, mucho se espera.
¿No va un calor de julio en ese cuerpo, por esas venas?
¿No va por ese cauce, caudal frío, callada oferta?
Mensajes corren entre la piel que arde y agua que tienta.
La mano de la ninfa se las quita, da al césped seda.
Gran capilla de pájaros anuncia luz que se acerca:
velos que la velaban, leve túnica, y no la velan.
Nadie hay que mire, nadie; pero todo es reverencia.
Ondas ofician, aves, flores, cielo; mayor, la fiesta.
Pies que apenas se posan hasta el margen del agua que llevan
lo que el agua, en rebrillos cortejándole, tanto desea.
Doncellil desnudez, se para al borde, dudosa esbelta.
Nada le da al arroyo todavía, y ya se besan.
Cae en el pecho abierto del remanso, novia refleja.
La desposada es sólo si presagio, imagen trémula.
¡Qué sin ansia, sin peso, sin codicia. boda, sin pérdida!
La carne rosa en su reflejo al agua toda se entrega.
Y este trasunto leve de su cuerpo mucho revela.
¿No es la ninfa que nace, aquí en la onda, la verdadera?
¡Qué hermosa efigie es ella, sin su carne! ¡Es más que ella!
¿Por qué dar al arroyo un bulto, un cuerpo, y, así, sin romperla?
Ya ha entregado su imagen, lo más puro de su riqueza.
¡Qué no enturbie las nupcias sin pecado, eso que queda!
Entre sus más y entre sus menos, rígida, está suspensa.
¿Qué ninfa va a elegir, la de la orilla, o la otra, eterna?
Un celeste misterio cae, de pronto, y se la lleva
por designio de los dioses, en la nube, al cielo, entera.
Se la ve por las noches, dibujada virgen de estrellas
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