Desvaríos de una lechuga <$BlogRSDUrl$>

martes, noviembre 25, 2003

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En fin, he decidido colgar algunas de las cosas que he escrito a lo largo de mi corta vida :P
Así que cada día o cada dos dias iré colgando algo, aunque la mayoría ya habreis leido casi todo
Bueno, para empezar una de las más conocidas (por eso de que la he colgado en foros y se la pasé a bastante gente


En una glorieta gris, donde mucha gente agotaba los últimos vestigios de espacio, un gran gato, vestido con una gabardina y unas gafas observaba con desgana cómo un granjero ganaba un concurso de gritos frente a un gótico que lloraba desconsolado. Mientras, al otro lado de l aplaza, un gilipollas se lo montaba con una guarra que sangraba, pues era su primera vez. Unos metros a la derecha se veía a la gemela de la chica, que se drogaba frente a una hoguera, acompañada de una griega que decía ser águila. Un chaval, en lo alto de una farola, intentaba tocar la guitarra; tendría que haber hecho magia, pues la hostia que se metió no se la quita nadie.
Pero volvamos al gato. Estaba ahora junto al gótico, su dueño, quien le acariciaba mientras intentaba calmarse tras el disgusto anterior. >¿Cómo ha podido ganarme un simple granjero?< pensaba. El gato dio un salto y salió de la plaza, mientras el chico le seguía. Se encaminaron hacia una pequeña estación de autobuses, donde tomaron uno y nadie les volvió a ver.
Mientras tanto, el gilipollas se había largado, dejando tirada a la guarra, que intentaba recoger su ropa mientras buscaba a su hermana con la mirada. Su gemela se había ido con la griega, pues esta quería volar desde el tejado (No es necesario añadir cómo termina esta historia). Había también una ambulancia que recogía a un chico agarrado a su guitarra como si le fuera la vida en ello.
Cuando la gente se disipó, sólo quedó el la plaza una niña que jugaba sola a la rayuela mientras masticaba un chicle. Cuando se fijó en que no había nadie con ella, miró hacia todos lados, esperando encontrar otro signo de vida que no fuera el ruido de sus pies desnudos sobre el asfalto. Creyó oír algo en un tejado, pero cuando volvió hacia allí la cabeza tan sólo pudo observar la borrosa cola de un gato que desaparecía en el aire. Se encogió de hombros y siguió mascando el chicle, de camino a otra plaza donde seguro habría más gente, y otras historias que contar.

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