miércoles, noviembre 26, 2003
Post, post, post...
La historia de hoy es algo personal (creo que solo la leyeron dos o tres personas, pero bueno ^^), pero es por poner algo. Es importante atender a las diferencias entre cursiva y normal ^^
Desperdicié aquel tiempo, que debería haber utilizado para recuperarla, viendo cómo se iba, observando esas caderas seguir un compás apresurado, dejando que las lágrimas se precipitaran por mi rostro, mientras el ardor de la luna las evaporaba. Continué con mi mirada fija en ella, esperando que, en algún momento, se diera la vuelta, y esos ojos, que antes de marcharse me habían contemplado con lástima, retrocedieran para iluminarme. Ni siquiera me concedía el favor de mostrarme por última vez su cabello acariciando su espalda, oscilando con cada movimiento que hacía, únicamente se veía un bulto oscuro de pelo en lo alto de su cabeza, una especie de moño que, hecho con rapidez, se resignaba a dejar escapar algunas briznas de color azabache.
Me sentía bastante mal, como si me hubieran extirpado un fragmento de mi ser.
¡Tonta! ¡Cómo consigues ser tan cursi? Se fue, ya no lograrás hacer nada, sólo sostenerte en pie hasta que el sufrimiento se pase, y llame, pero no creas que eso va a suceder.
Cada día me sentaba e inmortalizaba un trocito de nuestra historia, aquel día que reñimos, aquel otro que nos besamos, pero siempre, en cuanto me descuidaba un poco, volvía a mi mente aquella imágen, el hueco sonido de sus pasos en la transitada calle se oía por encima de los demás ruidos.
Resolví olvidarlo.
Me volví completamente diferente, pero el tiempo que dedicaba a cambiar me aislaba completamente del recuerdo de su expresión.
La niña modelo, siempre había sido la niña modelo, bien peinada, bien vestida, con buenas notas, bueno, la clase de chica que cualquier madre ambiciona. Cualquier madre menos la mía, siempre diciéndome que me tenía que distraer más, que saliera de mi habitación y me fuera con mis amigas.
Ahora me había transformado en algo lóbrego, indefinido, temeroso, huidizo... Algo que yo no trataba de ser, sólo quería demorarlo todo, hasta que llegara un momento en el que no haría falta evocar su recuerdo para poder existir.
Siempre con lo mismo... Deberías dejar de pensar en tonterías y hacer lo que tenías que haber hecho hace mucho tiempo.
Aquel día me despedí del chico argentino que siempre me había admirado tanto. El me miró con sus pulcros ojos verdes, con una expresión indagadora en la mirada, pero yo no podía ver cómo alguien sufría, así que me di la vuelta, y me marché corriendo a casa.
Al fin lo vas a hacer, estoy orgulloso de ti.
Una muesca en cada una de las finas articulaciones que sujetan mis manos, y todo se olvida en la indiferencia de la gente, a quien no le importa ver cómo una muchacha desgarbada, a la que no le importaba nadie, se sumerge en la más desconsolada de las muertes, el suicidio.
Paz, por fin lo que siempre hemos deseado.
Él me obligó a presenciar mi propio funeral. Vino. No pude soportar verla allí, llorando junto a mi familia, derramando lágrimas después de haberse ido con tanta frialdad. Tuve que cerrar los ojos, apartarme de aquella escena, pero no puedo evitar oír su llanto y sus lágrimas besando el suelo
Comentarios-[ comentarios.]
Desperdicié aquel tiempo, que debería haber utilizado para recuperarla, viendo cómo se iba, observando esas caderas seguir un compás apresurado, dejando que las lágrimas se precipitaran por mi rostro, mientras el ardor de la luna las evaporaba. Continué con mi mirada fija en ella, esperando que, en algún momento, se diera la vuelta, y esos ojos, que antes de marcharse me habían contemplado con lástima, retrocedieran para iluminarme. Ni siquiera me concedía el favor de mostrarme por última vez su cabello acariciando su espalda, oscilando con cada movimiento que hacía, únicamente se veía un bulto oscuro de pelo en lo alto de su cabeza, una especie de moño que, hecho con rapidez, se resignaba a dejar escapar algunas briznas de color azabache.
Me sentía bastante mal, como si me hubieran extirpado un fragmento de mi ser.
¡Tonta! ¡Cómo consigues ser tan cursi? Se fue, ya no lograrás hacer nada, sólo sostenerte en pie hasta que el sufrimiento se pase, y llame, pero no creas que eso va a suceder.
Cada día me sentaba e inmortalizaba un trocito de nuestra historia, aquel día que reñimos, aquel otro que nos besamos, pero siempre, en cuanto me descuidaba un poco, volvía a mi mente aquella imágen, el hueco sonido de sus pasos en la transitada calle se oía por encima de los demás ruidos.
Resolví olvidarlo.
Me volví completamente diferente, pero el tiempo que dedicaba a cambiar me aislaba completamente del recuerdo de su expresión.
La niña modelo, siempre había sido la niña modelo, bien peinada, bien vestida, con buenas notas, bueno, la clase de chica que cualquier madre ambiciona. Cualquier madre menos la mía, siempre diciéndome que me tenía que distraer más, que saliera de mi habitación y me fuera con mis amigas.
Ahora me había transformado en algo lóbrego, indefinido, temeroso, huidizo... Algo que yo no trataba de ser, sólo quería demorarlo todo, hasta que llegara un momento en el que no haría falta evocar su recuerdo para poder existir.
Siempre con lo mismo... Deberías dejar de pensar en tonterías y hacer lo que tenías que haber hecho hace mucho tiempo.
Aquel día me despedí del chico argentino que siempre me había admirado tanto. El me miró con sus pulcros ojos verdes, con una expresión indagadora en la mirada, pero yo no podía ver cómo alguien sufría, así que me di la vuelta, y me marché corriendo a casa.
Al fin lo vas a hacer, estoy orgulloso de ti.
Una muesca en cada una de las finas articulaciones que sujetan mis manos, y todo se olvida en la indiferencia de la gente, a quien no le importa ver cómo una muchacha desgarbada, a la que no le importaba nadie, se sumerge en la más desconsolada de las muertes, el suicidio.
Paz, por fin lo que siempre hemos deseado.
Él me obligó a presenciar mi propio funeral. Vino. No pude soportar verla allí, llorando junto a mi familia, derramando lágrimas después de haberse ido con tanta frialdad. Tuve que cerrar los ojos, apartarme de aquella escena, pero no puedo evitar oír su llanto y sus lágrimas besando el suelo
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